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La moda de la Espiritualidad: ¿Ha oído usted algo de un tal Geertz?

Cualquiera que me haya oído alguna vez sabrá que no soy muy fan de Clifford Geertz, pero por una vez me levanto a defenderlo, y con mala uva. Una de las más recientes tendencias en Sociología y Antropología de la Religión es la pretensión de que la Espiritualidad constituye una categoría de radicalidad epistemológica que viene a sustituir a la caduca noción de "religión". Me sorprende. Me sorprende el desconocimiento de la Antropología que exhiben impúdicamente algunos que se llaman a sí mismos antropólogos. Puedo entender a las mil maravillas que la Sociología más abundante (por fortuna no toda) necesite deshacerse de su noción de "religión" porque es un saco de prejuicios etnocéntricos inservible para los retos de las religiosidades actuales. Puedo entender a las mil maravillas eso porque hasta hace poco la Sociología no consideraba el chamanismo, por ejemplo, una religión, o sea, ni un culto ni una iglesia, porque efectivamente no es un culto en el sentido durkheimiano del asunto, ni una institución en el sentido weberiano. Pero que los antropólogos se contagien de semejante ceguera me estremece de dolor.

"Espiritualidad" es un concepto que hoy se refiere a aquellas formas de religiosidad altamente individualizadas en las que la noción de "espíritu" cobra cierto protagonismo vivencial y que se distinguen de otras formas religiosas basadas en la doctrina moral o en la adscripción a una comunidad de creyentes. Como categoría clasificatoria que permite hablar de ciertas religiosidades con economía de expresiones, "espiritualidad" me parece un concepto útil y eficaz. Ahora bien, ignorar que la Antropología clásica ha estudiado mucho más las formas religiosas "alternativas" a las iglesias y las doctrinas me parece ¡¡completamente insólito!! Si la historia de la disciplina se conociera mejor, podríamos discutir seriamente sobre las posibilidades y límites de los conceptos y de algunas aplicaciones etnocéntricas que se hayan hecho, pero como no es el caso, postponemos la discusión y les remito a Robert Lowie, a Evans-Prichard, o a Joan Prat si lo prefieren. Sin embargo, no quisiera dejar de anotar aquí las dos grandes definiciones que desde antropologías francamente opuestas han alimentado la reflexión sobre en qué consiste la religión para el antropólogo. Y después de leídas, confío en que alguien sepa decirme qué parte de las definiciones es imcompetente para aplicarse en el estudio de la Espiritualidad hoy en día. 

... un sistema de símbolos que obra para establecer vigorosos, penetrantes y duraderos estados anímicos y motivaciones en los hombres formulando concepciones de un orden general de existencia y revistiendo estas concepciones con una aureola de efectividad tal que los estados de ánimo y motivaciones parezcan de un realismo único

...una institución que consiste en la interacción culturalmente pautada con seres sobrehumanos culturalmente postulados

Clifford Geertz y Melford Spiro elaboraron estas definiciones en 1968 y las publicaron en el mismo libro como expresiones manifiestamente plurales de la riqueza del pensamiento antropológico sobre religión. La cuestión es que el concepto de Espiritualidad hoy representa una transformación cultural de lo que las gentes consideraban el lugar de lo sagrado y la forma de gestionar las relaciones con ello en la Modernidad religiosa. Y es estupendo, pero las asociaciones Nueva Era, el neochamanismo o la Astrología Kármica pueden considerarse religiones precisamente en sentido antropológico. Por eso lo que reivindico aquí es el reconocimiento del saber antropológico como el saber más necesario para entender las transformaciones de la religiosidad contemporánea.

Como el saber no es nunca sólo una cuestión de saber, me temo que tengo que citar otra vez a Geertz para apuntar lo siguiente. Hace unos días alguien me decía (otra vez) que le interesaba la  Antropología de la Espiritualidad porque personalmente le interesaba conocer formas religiosas alternativas con las que experimentar en observación participante. Qué pena y qué falta de vergüenza. En una de esas citas medio apócrifas que circulan por ahí (y que seguramente quiso escribirle a Rabinow en el cogote) el buen Clifford decía: "tuve que esforzarme en convencer a los estudiantes de que IBAN AL NORTE DE ÁFRICA PARA ENTENDER A LOS NORTEAFRICANOS, NO PARA ENTENDERSE A SÍ MISMOS". Me temo que a algunos estudiosos de la religión contemporánea se les puede recordar lo mismo. La Antropología no es un vehículo para el desarrollo de la espiritualidad personal ni para vivir la vidilla con entusiasmo alternativo. Como ustedes comprenderán, al avance del conocimiento sobre el ser humano le interesa más bien poco si un puñado de gente se empeña en contarnos sus movidas como si sus fines de semana fueran cruciales para el destino de Occidente e incluso de Oriente. A todos nos gusta vivir la vidilla y tal, pero la Antropología es una ciencia para el conocimiento de la cultura y su variabilidad, no la historia de sus retiros espirituales, si no le importa. No hacen ningún favor a la Antropología, créanme.

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