Todo empezó hace unas semanas, cuando más chula que un ocho me embarqué para un extraño lugar en mitad del desierto argelino. El desierto siempre me resulta un destino profundo y duro al que de todas formas regreso con una obstinación que no sé de dónde procede. Dicen que los campos de refugiados son uno de esos pocos lugares donde las prácticas religiosas se pueden disolver. Y por raro que parezca, no hay nada más interesante para el antropólogo de la religión que la búsqueda de la ausencia religiosa. Menudo dato etnográfico puede ser el descreimiento cultural... No obstante, treinta y tantos años de exilio saharaui han dado para que los campos de refugiados al oeste de Tindouf presenten unas prácticas religiosas con una salud sociológica considerablemente buena. Al mismo tiempo, hordas de cooperantes desafinando el tiro sobreinterpretan esas mismas prácticas (algunas islámicas, otras no), creyendo tercamente que todo lo que de distinto hay en la forma de vivir de los árabes se debe a razones místicas. Razones místicas que sólo están en la propia representación (tercamente religiosizante) de lo que los demás hacen y dicen. Como hoy le decía a Van Van, la ecuación que iguala cultura y religión es una vulgar patraña de ateos engreídos por su falta de fe... y de los que predican en su contra.
De las noches estrelladas y los escarabajos corriendo a la luz de la linterna volví con los circuitos hechos polvo y una tristeza inconmensurable. Una de esas palizas de hardware y software que te hacen leer los diarios de Malinowski con afecto...
De todos modos, me las prometía yo muy felices ante la perspectiva de recuperarme a la fresca sombra de la Toscana. Después de una incursión de campo intensita, no hay nada que reconstituya más que una sombría biblioteca llena de libros raros sobre etnografías desconocidas y profesores que investigan sobre artefactos cognitivos en laboratorios audiovisuales extraños... Pero la Naturaleza y la gestión aeroportuaria tienen sus propias e incomensurables ideas acerca de lo que debe ser... O sea: días delirantes improvisando soluciones, llendo y viniendo de Barajas sin información, la maleta permanentemente en ristre, volver a pedir permisos en el trabajo sin más justificante que las cifras del localizador de billetes que no se han hecho efectivos y por tanto no existen... y sablazo tras sablazo en las cafeterías de la T4... brrrrrr...
El destino es asín...
Voy ponerle una vela a Boas...
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