Antropoturmix es una batidora multifunción mutante que viaja por la galaxia en misión parroquial, explorando ritos y creencias de otros mutantes
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El papado explicado a los niños...

Y Petros de Panópolis en sus Anomalías (capítulo 4, versículo 1) dijo:

"¿QUIÉN ES EL PAPA, PAPÁ?"

Con esta pregunta directa mi hijo de 5 años me fulminó el pasado domingo mientras contemplaba atónito las imágenes televisivas del Papa paseando en su “papamóvil”.
¡Cielos! ¡Qué le voy a decir! Se me ocurrió aventurar en broma “es el Santo Padre”, pero la mirada perpleja que me dirigió no fue menos inquisitiva que la pregunta. “Es algo así como el padre de todos los cristianos (no quise decir católicos, para no meterme en el lío de explicar los sucesivos cismas históricos del cristianismo): les guía… y les riñe como un padre a sus hijos”.
“¿Y por qué dicen Papa, como los gitanos, en vez de Papá?”, me soltó. “También en el pueblo de mamá dicen papa –le aclaré-: se puede decir de las dos formas.” No quise ponerme repolludo y explicarle que en realidad en castellano lo correcto es papa, como le oí decir un día al erudito Pancracio Celdrán, ya que papá es una forma relativamente reciente introducida por los afrancesados de la corte a principios del siglo XIX. En efecto, en castellano predominan las palabras llanas –mientras que en el francés las agudas-, de ahí que en los versos que acaban en aguda se añada una sílaba, y que en los que terminan en esdrújula, se reste: para convertirlas en llanas.
En todo caso, agradecí que el asunto derivara hacia cuestiones filológicas, y evitarme así la surrealista explicación de que el jefe de un club de solteros –que, no obstante, reciben el tratamiento de padres-, se hace llamar Papa. (Claro que el primero de todos, San Pedro, parece que sí estaba casado, pues el evangelio cita a su suegra; de su mujer y su posible familia, más que probablemente abandonada por mandato evangélico, nada sabemos.)
“¿Y quién es la Mamá…o, mejor dicho, la Mama?” La cosa se estaba poniendo interesante. Desde luego, no podía responderle con “la Santa Madre Iglesia” porque seguramente me preguntaría a continuación cómo es que un edificio puede ser madre de alguien, y entonces tendría que introducir a mi hijo en nociones sociológicas y teológicas muy poco aptas para menores…Menos adecuadas aún serían las referidas a la Virgen María, donde entraríamos en asuntos ginecológicos de gran envergadura, pues no sólo está la insólita cuestión de la virginidad, sino que a ello se añade el que María -al fin y al cabo una mujer- fuese proclamada no ya la Madre de Dios, sino, literalmente, La Madre que Lo parió, a Dios, ya que eso significa literalmente el término Theotokos, adoptado por la Iglesia en el siglo IV. Así que, huyendo de tan escabrosas consideraciones, me limité a decirle: “Se murió hace por lo menos 2000 años”, sabiendo que, en efecto, la Diosa Madre fue por entonces destronada del Olimpo, pese a los agónicos intentos de algunos cristianos heterodoxos por resucitarla –estas cuestiones las he ido mentando en mi otro blog, ECOS Y SOMBRAS, y en breve les daré un desarrollo inesperado-.
“¿Y por qué lleva faldas? ¡Tiene un sombrero muy grande!”, comentó. Estuve a punto de cometer la pedantería de decirle que vestía como un chamán, pero descarté el término antropológico y pensé en sustituirlo por el de brujo. Aunque éste último personalmente me parecía bastante idóneo, en su acepción peyorativa, para referirse a un personaje con un rostro y un oficio tan sibilinos, al final acabé diciendo: “Es algo así como el mago Merlín”, refiriéndome a la película de Disney. 
No parecía muy conforme, y siguió preguntando: “¿Por qué va metido en una pecera?” Aprovechando el tema de la magia, pero pensando más en David Copperfield que en Merlín, le contesté: “Para hacer trucos de magia”, como conseguir –pensé para mí- que, después de pronunciar contra el gobierno y los ciudadanos españoles todo tipo de conjuros y maldiciones, este Estado supuestamente aconfesional siga soltándole a los secuaces de Su Santidad 6.000 millones de euros anualmente.
“A mí no me gusta el Papa”, sentenció mi otro hijo, el pequeño, que va a cumplir 3 años. Le iba a soltar una burrada como “no le gusta ni a Dios”, pero me conformé con decirle: “A mí tampoco”.
el jueves 11 de noviembre de 2010

Artista Invitado: Petros de Panópolis sobre falacia y ritual

Os presento a Petros de Panópolis, filósofo, antropófago y disidente en general, (ir)responsable el blog Ecos y Sombras y desenredador de los lios del Cristianismo antiguo. Su blog es un tesoro especialmente recomendado a los aficionados de la peli Ágora y la figura de Hipatia. Aquí nos regala una de sus disidencias.


Falacias antitaurinas

El sacrificio animal: he aquí una de las claves que, en mi opinión, se suelen olvidar en este debate tan frecuentemente sesgado y contaminado por otros intereses. No sé si por eufemismo, pero lo cierto es que, aun a nivel técnico veterinario, se habla de sacrificar animales en vez de matarlos. Pues bien, suele olvidarse que al toro se le sacrifica...para comérselo. La diferencia con un ternero, amén de la notablemente distinta duración y calidad de la vida que hayan llevado respectivamente, está sobre todo en el tipo de sacrificio. Si el sacrificio del toro hiere muchas sensibilidades es porque vemos la sangre y escuchamos los mugidos de dolor; en otras palabras: porque se trata de un ritual público. En el caso del ternero, ni vemos su sangre, ni oímos sus lamentos, pues la mayoría de los consumidores no tiene el más mínimo interés en presenciar o siquiera conocer los detalles de una masacre que se repite diariamente; se trata de un acto casi clandestino que se oficia sórdidamente como las ejecuciones: sólo en presencia de unos pocos y asépticos testigos impasibles. Por no decir que el sacrificio del toro es un ritual único y milenario que se oficia de una manera individual para cada toro –al que se le conoce y recuerda por su nombre propio- y al calor de una fiesta cargada de simbolismo, mientras que la ejecución de los terneros suele ser masiva y anónima –eso sí, con la exhaustiva y casi policial identificación del código de barras de los crotales-, y en el frío escenario de los llamados, sin complejos, mataderos, lo más parecido a las cámaras de gas de los campos de concentración. También parece olvidarse la diferencia entre los sacrificadores. Mientras que el torero o matador -ese “sádico torturador”, que diría Mosterín-, sin otra armadura y otro casco que un traje de luces y una montera, con unas armas tan poco sofisticadas como un trozo de tela para engañar –el capote o la muleta-, una lanza para aturdir –la garrocha del picador-, unas flechas sin arco que intenta clavar con sus manos –las banderillas- y una espada, se enfrenta a pelo a un animal de 500 kilos, con el que entabla una lucha a vida o muerte –el resultado puede serlo para cualquiera de los dos-, y a pleno sol –a las 5 de la tarde-,  el matarife, con su bata blanca y sus asépticas instalaciones, se asegura de estar bien protegido de los terneros, que antes del amanecer –a las 5 de la mañana- van desfilando temerosos y resignados por la manga, mientras los aturde con métodos variados y “humanitarios” (la “bufanda nucal”, la “conmoción mecánica” o la “electronarcosis”)  para que no sufran –y también para que no se pongan tensos y el estrés y la adrenalina produzcan una carne de peor calidad- hasta que, tras degollarlos manualmente con un cuchillo, mueren desangrados.[1]

Si hablamos de sacrificio, en su sentido etimológico de “hacer algo sagrado”, desde luego que el del toro reúne más requisitos para serlo que el del ternero. O al menos esa es mi interpretación y la de muchos artistas a los que ha fascinado la belleza y seriedad de ese juego y de esa danza con la muerte, de esa celebración primigenia de la vivencia trágica de la muerte en el ritual probablemente más arcaico que conservamos... Claro que Mosterín, insistiendo en su línea de argumentación, tal vez me preguntase por qué si hace tiempo que hemos abolido, afortunadamente, los sacrificios humanos, no hacemos lo mismo con los sacrificios animales. En cuyo caso, habría que alegar que, salvo Hannibal Lecter, el Homo Antecessor, y alguna que otra excepción, los humanos no nos comemos a otros humanos. A los animales, a los toros, sí.

Petros de Panópolis
[1] Quien tenga interés y estómago –o morbo, como Marcel Proust, que, al parecer, según sus biógrafos, se ponía cachondo visitando los mataderos- que visite la web http://www.granjasymataderos.org/ para informarse sobre este trato “humanitario”

Artista invitado: el libro fantasma de Ana

La lucha por acceder al conocimiento, o siempre nos quedará Bastide.
Episodio 1: El patito feo (mi objeto de estudio) y el Cisne

Cuando por fin el tsunami de ideas que supuso pensar así en frío - tras dos años de inactividad académica que no antropológica, porque ese ojo antropológico que nos sale es como montar en bici- un tema para el interesantísimo seminario de religión se hubo ordenado mínimamente, comencé mi búsqueda.

Lo menos extraño que me sucedió fue tener que sustituir en el espacio palabra clave sociología por antropología; ya en el primer año de antropología me dí cuenta de quién noquea a quién en el ring complutense, y a mi personalmente no me molesta en absoluto, es más,  nunca he entendido ese pique entre estas dos logías, con lo bien que nos podíamos llevar...será porque no entiendo mucho de política.

Me emocioné gratamente al descubrir los libros del sociólogo francés Roger Bastide sobre religiones africanas en Brasil pero, como decía hoy sabiamente Mónica, a los antropólogos nos cuesta trabajar con fuentes secundarias con telarañas, así que decidí buscar más bibliografía.

En un principio tampoco me sorprendió que los dos únicos libros - a parte de los de mi cada vez más apreciado Roger Bastide- sobre el tema concreto (los temas no son como los casos, no?) que me interesaba se encontraban en la biblioteca de Geografía e Historia, y es que, a quién se le ocurre leer sobre Brasil en España, con la de antropología nacional sobre temas tan apasionantes y exóticos como los vaqueiros de alzada, las meigas, las meninas y otros...?que le voy a hacer yo si me atrae América Latina.

A pesar de la nieve, pensaba desplazarme hasta el otro campus en busca de las dos joyas, porque me tomo esto en serio, pero cual fue mi sorpresa al ver en el catálogo de la biblioteca su estado: VENCE 25-06-01RETRASO-RECLAM. Interpretad. Todavía me quedaba algo de esperanza cuando esta mañana la amable empleada de la biblioteca me ha confirmado por teléfono que efectivamente los ejemplares están perdidos - estás palabras quedaron resonando en mi cabeza toda la mañana- y me ha dado la posibilidad de solicitar la compra de los mismos. Opción por cierto que os recomiendo ante un caso de indefensión bibliográfica, por pedir que no quede.

Me han surgido muchas preguntas e hipótesis ante este hecho sucedido hace ya ocho años: ¿Algún cruel profesor universitario le obligó a hacer un trabajo sobre este tema tan arriesgado?¿Era otro bicho raro como yo que decidió investigar sobre las religiones afroamericanas en Brasil y quedarse con los libros dada la escasez bibliográfica en esta universidad?¿Desapareció él y con él los libros?¿o le hicieron desaparecer?

Un último detalle anecdótico: el primer tomo de la Sociología de la Religión de Bastide está disponible en la biblioteca de Políticas y Sociología como préstamo normal, pero el segundo sólo para fin de semana. Al preguntarle (ingenua ya con mi edad) a la bibliotecaria por la causa de esta medida me ha respondido con un aséptico pero amable: nosotras no hacemos las normas. Por supuesto. Menos mal que lo tenían en el depósito de la biblioteca de Económicas y Empresariales, y dado el aspecto del ejemplar y la recién estrenada ficha que le han pegado, creo que he sido la primera persona en solicitarlo en varias décadas.

Último episodio: Las nuevas tecnologías....de la información?

Así que, a pesar del riesgo de dispersión que sufro en internet, decidí explorar este medio que, a pesar de las restricciones cada vez más frecuentes de bases de datos y revistas de ciencias sociales antes abiertas, es el que me ha proporcionado mayor información actualizada sobre mi tema de interés.

Y al llegar a casa, de nuevo malas noticias: me acaban de responder cortésmente de la revista brasileña Horizontes Antropológicos, diciéndome que el número 3 de dicha Revista, dedicado íntegramente a religiones afroamericanas (casi me hago creyente cuando lo ví) infelizmente, encuentra-se esgotado, o lo que es lo mismo, agotado.

En conclusión, perdida y agotada, me planteo si estoy investigando un secreto gubernamental o si se está haciendo más difícil el acceso al conocimiento, ante lo cual la solución más satisfactoria que se me ocurre es animaros a producir más, conocimiento.

Artista invitado: La gata de Abraham

La agency de mi  gata, la diversidad convivencial entre los hurones y otras diarreas pseudo antropológicas.
Por A.

Si, lo reconozco: a veces veo televisión. Y si, lo reconozco, algunas de ellas veo la 2.
Uno de esos días, me encontré por azares del zaping pre-siesta con un documental donde se realizaba una detallada descripción acerca de las interacciones familiares de los hurones británicos, unidos por fuertes vínculos territoriales y aparentemente afectivos. La miga del asunto aparece al comparar sus practicas con las de los hurones americanos, que no desarrollan ese tipo de lazos y viven una existencia netamente solitaria.
Me quede dando vueltas a esta idea en mi duermevela post-ingesta… venían a mi mente diversas cuestiones, humorísticas de puro absurdo. Me deje guiar por tal absurdo pensando en lo envidiosos que habrían de sentirse los hurones del otro lado del atlántico con la vida familiar de sus congéneres británicos y de modo reciproco, éstos con respecto a la soltería y libertad de movimientos de los otros, por que al final hurones o personas queremos lo que no tenemos, sea cual sea la natura de esta posesión….

Al hilo de territorialidad… Esa misma tarde me ocurrió algo curioso con mi gata Luna. Ella vive entre la cocina/loft y el tendedero/aseo que está al final de esta, separado por una puerta que nunca cierro si me voy de casa, pero si al entrar -por motivos climáticos y acústicos (la vida en mi barrio es sonora  pero esto no viene a ahora al caso)-. El caso es que ella y yo tenemos un acuerdo tácito y no verbal por el cual ella me avisa, maullidos y roces mediante, de que necesita ir al excusado (ella es así de fina, apenas se acuerda de lo barriobajera que era cuando se me presento en la calle para ofrecérseme como dueña de mis dominios…)
Pero volvamos al tema que nos ocupa; estando en casa suena el timbre y se trata de mi socio carpintero que viene a pedirme las llaves de mi furgoneta. Antes de bajar veo que la puerta del tendedero esta cerrada pero la gata no da  muestras de querer/necesitar salir. Pienso, “bah si es un momentito” y bajo, dejando a la gata en la cocina.
Subo a los dos o tres minutos y encuentro un pis no en el suelo, como pudiera ser entendible, sino sobre la encimera, como diciendo “mira  donde se mear si me da la gana…”
Tras un monumental cabreo me vienen ideas a la cabeza sobre la capacidad de agencia de mi gata, que en una estructura dada e impuesta y coercitiva es capaz de hacerse oír y de significarse simbólica y miccionariamente (sic) en contra de mi imposición territorial no negociada.
Vistos los dos ejemplos anteriores mi mente embadurnada de corpus antropológico hasta la suciedad me plantea si existen practicas animales que arrojen luz sobre o deban ser atendidas desde la antropología
Aun mas, me pregunto - cerebro derretido de tanto absurdo- si no será necesario crear de una vez por todas una antropología animal (obviando por supuesto la doctrina y aportaciones de la etología ) pues no olvidemos que, si descontamos antes a las bestias, la mayoría de los humanos siguen siendo animales.
Tal planteamiento nos devuelve al absurdo que vehicula este texto y nos enfrenta a la paradoja nominal de querer estudiar algo que queda fuera de la propia denominación de nuestra disciplina, pues insistamos en que, aunque la mayoría de los humanos son animales, por suerte para la humanidad la mayor parte de los animales siguen sin ser ni querer humanos
Tras esta diarrea mental les invito… no, ¡les conmino! a que me ayuden a salir de mi empanada pseudo científica
Para quien carezca de ideas: también se admiten cheques.